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Destinos

Cuatro días en Buenos Aires: Parte 1

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Cuando tratábamos de definir dónde viajar en febrero, mis hermanos y yo estábamos en la disyuntiva de ir a Lima o a Buenos Aires. Ambos destinos son muy atractivos, pero Buenos Aires fue el ganador por un interés común: los libros. Y como buenos lectores que somos, no lo pensamos más y compramos nuestros tickets por Jetsmart.

Día 1:

Tuvimos un vuelo tranquilo y que salió puntual del aeropuerto Arturo Merino Benitez; único aeropuerto internacional que existe en Chile, rumbo a Buenos Aires. La hora de salida fue ideal, ya que llegamos a destino antes del mediodía. Eso sí, como Jetsmart llega al aeropuerto El Palomar, más pequeño para atender vuelos low cost, el trámite en migraciones fue un poco lento. Una vez dentro de territorio argentino, pudimos salir y ver opciones para llegar al centro de la ciudad.

Nuestra mejor alternativa fue tomar el transfer Tienda León, que por $200 pesos argentinos p/p nos dejaba en el terminal de Luna Park, muy cerca de nuestro hotel. También se puede llegar al centro en tren y taxis, pero para ser honesta no estudiamos muy bien esa opción.

El transfer, comodísimo, con aire acondicionado ideal para combatir la humedad y el calor que sentimos apenas pisamos Buenos Aires. Demoró alrededor de 45 minutos en llegar al terminal. Esto, debido al tráfico en la autopista que se hizo notar en hora peak y por la demora que hay por los trabajos que hay a lo largo de calle Corrientes.

Alojamos en el Hotel Merit San Telmo, super bien ubicado, a pasos de las estaciones de subte y a pocos minutos de La Casa Rosada y El Obelisco. Si deseas un descuento en Booking para tu próximo viaje, sigue este link 😉.

Luego de dejar nuestro equipaje, emprendimos rumbo por la soleada Avenida 9 de Julio hasta llegar al Obelisco para la foto de rigor. Habían pocos turistas, así que disfrutamos del lugar sin mayor problema. Luego de esto, era hora de almorzar, ya que moríamos de hambre y también por probar las delicias argentinas. Nuestro destino fue Il Gatto, un restaurant de comida italiana que nos recomendaron y donde todo estuvo riquísimo. Eso sí, el servicio estuvo muy lento, pero todo fue compensado gracias a lo deliciosa que estaba la comida.

Después, caminamos por Corrientes en dirección a Puerto Madero, pero también recorrimos la calle Lavalle, donde vimos algo de comercio y una bella luz del atardecer que se colaba entre los edificios. Finalmente, llegamos a la Plaza de Mayo, donde tomamos algunas fotos, para luego llegar a Puerto Madero.

Puerto Madero nos pareció hermosísimo. En Santiago, donde vivimos, no tenemos nada parecido y ver el contraste del skyline con el río y el Puente de la Mujer nos encantó. Es una zona peatonal llena de restaurantes donde se puede terminar el día tomando una refrescante cerveza junto a unas papas fritas riquísimas que probamos en el bar Kraken, frente al Buque Museo Fragata Presidente Sarmiento.

Día 2:

El día partió temprano con un desayuno en El Viejo Alsina, local que se encuentra casi al lado del hotel y donde nos atendieron con muchísima amabilidad. Como la mañana no se parte sin café, disfrutamos de una buena taza junto a unas medias lunas que estaban esponjosas y exquisitas. Ahí nos aconsejaron cómo llegar a Caminito, nuestro destino y panorama para la mañana y la mejor opción fue tomar un taxi.

El área de Caminito, en el antiguo Barrio de la Boca, es pequeña y muy pintoresca. Sus fachadas de colores nos hablan de otros tiempos y es imposible no querer fotografiar todo porque posee un encanto muy especial. Hay varios locales para comer y galerías con artesanías locales, ¡y que funcionaron perfecto para refugiarnos de la lluvia que nos sorprendió mientras paseábamos! Lo bueno fue que esta lluvia refrescó muchísimo el ambiente y las nubes que se mantuvieron durante el día hicieron que no sufriéramos con el calor y el sol, algo que por suerte no vivimos durante todo nuestro viaje.

Sin darnos cuenta, ya se acercaba la hora de almorzar, por lo que tomamos un taxi que nos dejó en la estación de Subte más cercana, Terminal Estación Constitución, para así llegar al área de Recoleta, ya que el paseo de la tarde contemplaba ir a El Ateneo, a Somos Fe y a donde nos llevaran nuestros pasos.

Como era de esperarse, nos desorientamos en el sector de Calle Santa Fe, pero no nos demoramos tanto en dar con un buen lugar para comer. Se llamaba Arenales Restó&Coffee (Arenales 2399) y todo, absolutamente todo estaba riquísimo. Con esto, recuperamos energía para seguir caminando rumbo a la librería El Ateneo. Debo decir que el recorrido por Santa Fe me transportó a París. Sus edificios, kioscos y cafeterías de características similares me enamoraron por completo.

Si bien El Ateneo es un imperdible de la ciudad, no lo recomendaría para comprar libros en Buenos Aires. Es cierto, tiene muchísima variedad (tanta que es abrumadora) pero los precios no son tan convenientes, a pesar de lo favorable que es el cambio de moneda para nosotros, los chilenos. Sin embargo, debíamos ir sí o sí ya que mis hermanos y yo somos amantes de la lectura y estar en una de las librerías más famosas del mundo era un must. También estuvimos en librería Cúspide y en Waldhuter La Librería, sitios donde también encontramos una gran variedad de títulos para tentarse.

Otra parada fue la tienda esotérica Somos Fe, que se encuentra en la Galería Patio del Liceo. Imperdible para quienes gustan de temas místicos, es una tienda pequeña pero agradable donde se pueden encontrar mazos de tarot, piedras para gemoterapia y cristales, entre otros.

No podíamos finalizar el día sin conocer un lugar rico para comer. En esa oportunidad el destino fue el Café La Poesía (Chile 502, esquina Bolívar) sitio al que fuimos con unos amigos que viven en Buenos Aires y que además, consideraron como un buen punto de encuentro, ya que está ubicado en San Telmo y a pocos pasos del hotel donde alojamos.

El Café La Poesía me recordó muchísimo a los bares de Valparaíso. Con una carta deliciosa, unas cervezas artesanales refrescantes y una decoración alusiva a grandes nombres de la poesía (por eso su nombre) invitaba a quedarse conversando por horas. Además, fue el refugio perfecto para superar la lluvia que nos acompañó durante la noche. Con esto declaro mi amor a ese lugar, al que volvería mil veces cuando regrese a Buenos Aires.

Solo llevábamos dos días en esta hermosa ciudad y ya estábamos anonadados por todo lo que tiene para ofrecer. ¿Qué podría ocurrir en los dos días restantes?

Continuará…

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